agita
en su
parálisis
¿descubre?
Alba Ceres
luciérnaga (Kriller71-Kokoro, 2017) es el primer poemario de
Alba Ceres (Nápoles, 1986). ¿A qué suenan las entrañas? ¿Cómo es posible dar
forma al vacío que produce el cáncer y la muerte? Este sábado a las 12:30 h.,
la autora lo presentará con Olivia Martínez en El Cresol (Alicante) gracias a Letras de Contestania.
Pese a que el libro acaba de salir,
ya cuenta con varios comentarios. Por ejemplo, Sara J. Trigueros lo reseñó en
la web contestana describiendo los cuatro fundidos en negro (posibles daño,
pérdida, duelo y rastro) que dividen (o mejor, arman) luciérnaga: «Hay en estos textos un aliento poético que se contrae
en el verso “pulido, reducido al mínimo indispensable para llenar el vacío−”».
Por su parte, Ramón Bascuñana ofrece su lectura en El alma de la piel: «La autora de estos versos ha tomado entre sus manos el
dolor y la ausencia y los ha transmutado en poesía susurrada, murmurada, casi
entredicha». Recientemente, Luna Miguel entrevistó a la poeta en Play Ground,
donde Ceres reconoce que «[d]urante un tiempo me sentí incapaz de escribir y
fue gracias a las palabras de los otros cómo empecé a encontrar no tanto las
mías como sí los balbuceos con los que, creo, está hecha luciérnaga».
El primer volumen de Kokoro Libros
se vale de la arquitectura vertical, de la profundidad abstracta, del filo
minúsculo y del movimiento del tacto, la vista y el son-ido para fortalecer el
tallo frágil que crece pese al viento y la escarcha. Quiero decir que en este
libro, me parece, se conjugan la valentía y la reflexión para articular las
palabras del dolor, la escritura del dolor. Son muchas las ideas que sugiere un
poemario de este calado. Compartiré brevemente una inquietud: lo que podríamos
llamar sutil tachadura. Y es que en la segunda parte −que se abre con Issa
Kobayashi: «Soy huérfano./ Parezco una luciérnaga/ que no da luz» (29)−
advertimos términos que ya no se fracturan «co n el lab/ io torc/ ido id o/ p
ara/ el bes o/ úl/ tim/ o» (28), sino que se atenúan con la superposición de
una fina línea horizontal que trata de ocultar un significante cuyos
significados serían inapreciables sin el brillo o el baile de la luciérnaga: «invisible» (42), «hueco»
(43), «vacíos» (44), «dóndes» (44), «lugar» y «sima» (45). Podemos leer
el texto completo, omitir lo tachado o fijarnos solo en dichos términos, entre
otras posibilidades. ¿Cómo lo recitará Alba Ceres? El discurso obliterado quizá
sea causa de la enfermedad, la muerte y, por tanto, la pérdida también, al
menos por un tiempo, de la capacidad de hablar de un tema tan duro como hondo. Asimismo,
un neologismo, «entrañación» (40), al final de una tira poética, reúne la
nostalgia, el desconocimiento o la visceralidad. Estamos ante poemas autónomos
que se sostienen independientemente del hilo conductor que es la vida
labiodental: la sílaba y la grieta que hay entre la blandura roja y la blancura
que roza un labio que acumula sangre. La influencia del haiku cuestiona los
tiempos de la comprensión verbal:
¿y si después
será la opacidad
de los vacíos? (24)
El estilo de
Ceres requiere calma y relecturas para sentir en carne propia el hueso que
(que)da tras la enfermedad, a la manera de Daniela
Camacho. Esta fuerza (más sinuosa que frágil) se acrecienta al verla escuchar
la fluidez interrumpida que emite desde dentro. Pude sentirla recitando su
poema sobre el silencio hace unas semanas. Mañana, con Letras de Contestania, tenemos la oportunidad de
disfrutar del sufrimiento que mueve luciérnaga.
El quiebre de la palabra provoca
interpretaciones que arrancan (de) lo íntimo. Si no podemos esperar a mañana o a que la
amabilísima editorial Kriller71 nos envíe luciérnaga
por poco dinero y con algún detallico, nos acompañan en el blog de la autora, en La Tribu, en La Ciudad Sinnombre o en Issuu.
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