pero indiscutiblemente la noche
no da cobijo a todas las derrotas.
[...]
Si nadie nos esperaba y ocurrimos,
¿quién podrá asegurar nuestra derrota?
Alberto Conejero (2016: 45, 50)
Esta tarde hay
una cita que llevábamos mucho tiempo esperando. Alberto Conejero (Jaén, 1978)
participará en el ciclo poético Alimentando Lluvias 7.0 que organiza Cristina Llorens en el Instituto
Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. Será hoy jueves a las 20 h. El dramaturgo
que triunfó con La piedra oscura (de la cual habló precisamente en el Gil-Albert hace unos meses) publicó en septiembre su primer poemario: Si descubres un incendio (La Bella Varsovia,
2016). A continuación comentamos brevemente lo que nos sugiere su lectura. Como
apunta Juanjo Payá, es una delicia escucharlo.
Si
descubres un incendio se compone de tres partes que se enfrentan al
destello de la epifanía cotidiana: «Si descubres un incendio», «Cenizas» y
«Vocación de la luz». Antonio Lucas firma el prólogo «Desconcierto, verdad,
herida», haciendo hincapié en que estamos ante un escritor que «tiene idioma,
tiene lenguaje propio. Tiene, más que un estilo, sus sospecha» (8). Es luz que
quema. El título del libro se debe al aviso de emergencia de Renfe que
descubrió después de mucho tiempo en ese tren −«Un bostezo de Dios/ lo empuja
indolente/ por las vías» (31)− que tan presente está como escenario poético y
medio de transporte entre el placer y el sufrimiento. Y es que en los poemas,
breves, rítmicos, fugaces, percibimos la solidez del lenguaje por vocación. La
esticomitia de los versos nos empujan a leerlos en voz alta y pensar en la
fuerza de Conejero para hacer público lo íntimo. Según Pedro del Corral Arche,
en un completo artículo de El Mundo: «Conejero reclama así los espacios de intimidad».
Estamos, me parece, ante textos independientes pero con un hilo conductor: el
mástil de la existencia. Así empieza «Estoy en el incendio»:
Más allá de tu pupila colmada de mercurio,
en la más insondable almena de la noche,
estoy en el incendio de todo lo que fuimos.
[...] (35)
El cuidado
formal de la visión plástica nos recuerda que la poesía aún tiene camino (diría hoy Machado) en noches como esta (haría lo propio
Neruda) desde la rima de los endecasílabos del soneto «Habitación de hotel»
(44). El tiempo (ahora) y el espacio
(a dónde) son preocupaciones que
Conejero nos transmite con la sonrisa de quien reconoce el desamor y sabe desprenderse de prefijos
para alcanzar la raíz que perdura bajo la oscuridad y una voz que madura (diría Villaurrutia).
Luis Bagué reseñó este libro en Babelia. Para el también poeta, «[c]on este poemario, el
autor demuestra conocer perfectamente las dimensiones del nuevo teatro. Estamos
deseando que continúe la representación». Recuerden, esta tarde a las 20 h. en
el Gil-Albert. Sirva de aperitivo el video de la presentación en Madrid, con la editora y poeta Elena Medel.
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